jueves, 17 de diciembre de 2009

“-¿Y que es lo más importante sobre todas las cosas? El amor y siempre, el amor ¿estamos todos de acuerdo con eso?” –El hombre cable.

>>Para muchas personas, el nacer y morir, son cosas que pasan una sola vez en la vida. No para mí. Annie Greenrose fue el nombre que me dieron mis padres biológicos, cuando nací-por primera vez. Pero por diferentes razones de la vida llegué a parar en un pequeño orfanato en los rincones de Nueva York, hermoso debo decir, y durante tres años viví entre las personas más adorables de todas, mi mejor amiga, y el montón de monjitas que vivían ahí. Pero entonces, vino una adorable joven pareja a quienes enternecí por completo y no dudaron ni un segundo en llevarme a su casa. Era perfecto. Éramos una familia, nada es mejor que sentirse querido por dos personas tan increíbles, y fue así durante los siguientes seis años de mi vida, los mejores que una persona jamás hubiera podido vivir, siendo amada. Pero como nada es para siempre, vi como se desvaneció nuestra pequeña familia en ocho mil piezas después de un terrible accidente automovilístico en nuestras primeras vacaciones fuera de Nueva Jersey. Ya sé, triste, pero lo mejor de todo fue que fui a parar nuevamente al orfanato donde todo comenzó, pero ahora con algo diferente, nadie sabía, ni siquiera yo lo sabía, pero estaba enferma, y no me quedaban muchos días. Tenía Cirrosis, una tonta enfermedad que prácticamente se adueñó de todo mi hígado ¿Quién quisiera adoptar a una niña así? Nadie. Por eso, después de diez años, sigo aquí, en esta pequeña residencia. Pero mi vida, no era tan trágica como parecía, tenía aun a mis abuelos adoptivos, que ya estaban muy viejos y ambos con alzaimer, pero tan pronto murieran todo lo que tenían-muchísimo dinero-vendría para mí. Pero de seguro yo moriría primero que cualquier viejito en aquel asilo con olor a avena, además de eso, yo iba al colegio como cualquier otro adolecente de mi edad, y tenía muchos buenos amigos, pero nadie afuera del orfanato sabía lo que tenía. Aun que parezca tonto, había dejado de creer en el verdadero significado de la navidad, y que traía. Tal vez hasta este sería mi último invierno y venía con una sorpresa.

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